La Organización Médica Colegial, la FEMD y la homeopatía

Por Fernando Frías, el 5 octubre, 2011. Categoría(s): Consejo General de Colegios de Médicos • Federación Española de Medicina Deportiva • homeopatía
 

Nos llega a través del correo electrónico (por si no se han fijado la dirección está aquí al lado, en la columna de la derecha) un curioso caso en el que nada menos que la Organización Médica Colegial y la Federación Española de Medicina del Deporte se juntan para ofrecer no solo un ejemplo de tratamiento pseudocientífico, sino además una práctica que roza la ilegalidad.

Y no, no hagan bromas con eso del dopaje. De hecho, probablemente el problema del uso de sustancias dopantes ha sido uno de los factores que ha llevado a que nos encontremos con esto

y, más concretamente, con esto:

No vamos a descubrir a estas alturas lo que es la homeopatía, pero sí que es interesante hacer notar un detallito. Resulta que en la legislación española y europea los únicos medicamentos que pueden ponerse a la venta sin demostrar que sirvan para nada son los homeopáticos. Y no, no es broma: la legislación sobre medicamentos obliga a que los fabricantes acrediten la eficacia de sus productos antes de sacarlos al mercado, pero establece un procedimiento simplificado especial que permite vender los productos homeopáticos como medicamentos sin necesidad de aportar ninguna prueba de su eficacia. La norma se estableció por la presión que ejercieron en su día los fabricantes de estos productos, que temían (con toda la razón) no poder vender ni una pastilla si les obligaban a demostrar que son algo más que chuches caras.

Pero este procedimiento solo se permite para aquellos productos que cumplan estos tres criterios:

  1. Que su vía de administración sea oral o externa.
  2. Ausencia de indicación terapéutica particular en la etiqueta o en cualquier información relativa al medicamento.
  3. Que su grado de dilución garantice la inocuidad del medicamento, en particular, el preparado no deberá contener más de una parte por 10.000 de tintura madre ni más de una centésima parte de la dosis mas baja que eventualmente se emplee en medicina alopática de aquellos principios activos cuya presencia en un medicamento alopático implique la obligatoriedad de presentar receta médica.

Con el tercero no hay problema: generalmente los homeópatas ni se paran a mirar un producto en el que aún quede una sola molécula de principio activo. El segundo tampoco es problemático: bastan unas cuantas filigranas con el lenguaje y la vista gorda de las autoridades sanitarias.

Pero tropezamos con el primero. Y es que, si se fijan ustedes, la disertación del doctor Del Valle tratará sobre el uso de productos homeopáticos por vía parenteral.

Y habiendo agujas de por medio la cosa cambia; en ese caso los productos deben seguir el procedimiento establecido para los medicamentos de verdad, y sus fabricantes tienen que acompañar la solicitud de autorización con los resultados de los correspondientes ensayos clínicos.

De modo que, como pueden imaginarse, en la actualidad no hay ni un solo medicamento homeopático administrado por vía parenteral que cuente con autorización. Ni uno. A ver de dónde se saca el Dr. Del Valle sus inyecciones.

Vale, les digo de dónde las puede sacar: de la farmacia. Porque es verdad que no hay ni un solo medicamento homeopático aprobado por el procedimiento ordinario. Pero resulta que en España tampoco hay ni un solo medicamento homeopático que cuente con aprobación por el procedimiento ordinario; están en el mercado simplemente porque basta con que un fabricante coloque en el envase el rótulo «Medicamento homeopático» para que la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios mire para otro lado.

Pero, a pesar de la benevolencia de la AEMPS, lo cierto es que esos productos están en el mercado de forma ilegal, y la Organización Médica Colegial y la Federación Española de Medicina Deportiva deberían saberlo.

Y el ponente siguiente hablar de ellos. Porque a ver dónde encuentra un mejor ejemplo del uso de sustancias prohibidas en el deporte, ¿eh?



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