El caso «Reticare» como síntoma

Por Fernando Frías, el 23 diciembre, 2013. Categoría(s): General • productos milagro • Universidad Complutense de Madrid ✎ 11

Uno de los aspectos más delicados de la innovación y la investigación universitaria es su vertiente empresarial. Como es lógico, en la medida de lo posible las Universidades procuran rentabilizar sus investigaciones, comercializando patentes o asociándose con empresas. De este modo las Universidades obtienen recursos económicos, los consumidores pueden adquirir esos productos y servicios innovadores, y las empresas que los ofrecen se benefician del sello de calidad que supone el aval de una investigación universitaria. Y todos contentos.

Casi siempre. Porque esta dinámica hace que ese sello de calidad, ese respaldo en la investigación, se convierta en una mercancía por sí misma, de modo que algunas veces nos encontramos con productos que anuncian con bombo y platillo su base científica cuando, a la hora de la verdad, la cosa quizá no esté tan clara.

Veamos el caso de Reticare, una lámina que, a cambio de un nada módico precio, protege a los usuarios de dispositivos con pantallas iluminadas por LED (tablets, móviles táctiles, etc.) de lo que la propia empresa vendedora califica como «luz tóxica«, unas malvadísimas radiaciones que por lo visto nos van a dejar a todos ciegos. Una afirmación que resulta tremendamente chocante, la verdad. Pero tranquilos: según nos explica también la empresa, el producto está avalado por los trabajos de investigación de un grupo de científicos de la Universidad Complutense de Madrid.

De hecho, este (supuesto) aval científico es uno de los pilares de la publicidad del producto, hasta el punto de que la prensa, regalando unos cuantos publirreportajes a la empresa, hizo hincapié en ello al hablar de la presentación del producto:

Desarrollan un protector para móviles y  tablets  que protege la vista

Crean la primera lámina para smartphones y tabletas que protege la vista   ABC.es

Una patente española protegerá la retina de los usuarios de dispositivos móviles

Más aún: la propia empresa, en el apartado de «prensa» de su web, ofrece la posibilidad de descargar el logotipo del producto… ¡y el de la Universidad Complutense!:

Prensa   Reticare

En fin, un aval científico tan impresionante como… bueno, digamos que poco consistente. Lo cuenta muy bien el prestigioso blog Ocularis en esta entrada, de la que reproduzco un par de párrafos:

Voy a intentar resumir tanto artículo con un párrafo. Los ojos trabajan con luz, necesitan la luz para ejercer su función. Es un órgano que está expuesto a la radiación solar en todos los animales, incluidos nosotros. La evolución ha ido adaptando y modificando el órgano para que no se deteriore, como es fácil de suponer. No se ha demostrado que una exposición normal a la luz solar sea perjudicial, y no se ha demostrado que ninguna protección o barrera prevenga de enfermedades oculares. No se ha demostrado que se produzca un deterioro de la retina debido a la luz visible más energética (luz azul), y no se ha demostrado que filtrando esta luz azul prevengamos de daños en la retina. Por otra parte, la luz solar es más intensa y energética que la luz artificial que se originan en pantallas LED. Si con la dosis más alta los filtros no son útiles, con la dosis más baja, la plausibilidad es incluso menor.
Profundizar en más explicaciones sería repetir lo mismo de lo que ya hablé en la serie de las lentes intraoculares amarillas. Pero también hay información en otras webs. Quien quiera leer más sobre el tema recomiendo dos artículos del blog La mentira está ahí fuera, una lectura muy recomendable. En el primero se contraponen las afirmaciones de los vendedores del Reticare con la evidencia científica. En el segundo hacen un análisis del estudio en el que se basa la comercialización del Reticare. El estudio, efectivamente, ofrece serias dudas metodológicas, dudas éticas sobre conflicto de intereses, y por su propio diseño no sirve para dar validez a ningún filtro. De hecho, no se puede hacer ninguna afirmación clínica ni práctica a partir de él.

Vamos, que la hipótesis de partida (lo de la peligrosidad de la «luz tóxica» de los dispositivos) es más que dudosa, y los estudios científicos ni parecen nada sólidos ni realmente tienen nada que ver con el dichoso filtro.

Por su parte, la empresa Reticare ha aportado nuevas evidencias científ… ah, no: ha intentado que Ocularis retire la entrada. Ya saben: a falta de argumentos científicos, exhiben su musculatura legal. Con lo feo que está eso de mandar una carta de un bufete de abogados en vez de un puñado de referencias a estudios serios o, no sé, una felicitación navideña…

En cualquier caso, les remito a las entradas de Ocularis o La mentira está ahí fuera (o a lo que cuenta hoy en Naukas el bueno de Arturo Quirantes) en cuanto a los fundamentos científicos (o más bien la falta de fundamentos científicos) de Reticare. Por mi parte la cuestión que me planteo es la de la participación de la Universidad Complutense. ¿Saben los responsables universitarios que se está empleando su aval de una forma tan… bueno, tan poco consistente? Si no lo saben, ¿es que no verifican, aunque sea mínimamente, quién y para qué emplea ese sello de calidad? Y, si lo saben, ¿no les importa ver su prestigio académico e investigador comprometido de esa manera?

El caso de Reticare y la Complutense no es único, pero sí sintomático. Y quizá va siendo ya hora de que alguien empiece a elaborar un diagnóstico y proponer una cura.



11 Comentarios

  1. Desde la ignorancia pregunto: ¿Es extrapolable el argumento de Ocularis al acto de leer en un dispositivo móvil? O en otras palabras: ¿Leer un libro en el móvil es lo mismo, para el ojo, que leerlo en un dispositivo tipo kindle? Entiendo que el argumento de Ocularis se basa en la intensidad de la luz, pero, ¿Qué hay de la frecuencia?

    1. Si no estoy equivocado, la frecuencia y la longitud de honda de sólo hacen variar la energía y el color de la luz que recibes, y dudo que un teléfono emita en colores por encima o por debajo del visible, por lo que su emisión sería tan dañina como la que emite una margarita al sol (quizá menos, ya que sería mucho menos intensa).

      Yo las únicas pegas que le veo a leer en un teléfono es la necesidad de forzar más la vista, que sí puede causar fatiga y quizá provocar problemas en el cristalino u otras estructuras.

          1. RBN: Tus «hondas» me envían una «pedrada» intelectual que me impele vehementemente a retirarte la credibilidad. Antes que esceptizarte deberías cargar tu mente de cultura; de esa forma podrás ampliar los horizontes de tu mente. También la ortografía es cultura…..

  2. La verdad es que después de que ciertas universidades españolas (Públicas) avalen cátedras de homeopatía y magufadas semejantes, nuestra credibilidad académica está como un trapete. Como «trabajador con movilidad exterior» nunca pensé que mi universidad, a la que creía con cierto prestigio (UPM) tuviese un reconocimiento tan insulso fuera de la piel de toro.
    País.

  3. Lo lamentable es que haya tan pocas empresas que hagan eco de las investigaciones de nuestras Universidades. Debería haber muchos más emprendedores explotando las patentes de nuestros científicos. Así tendríamos una investigación más sólida y un futuro mejor para el I+D.

    El caso de Reticare es dificil de abordar. Hay quién lo critica, pero Apple ya ha hablado de proteger los ojos en su nuevo iOS. Tan inocua no será si los fabricantes de gran talla anuncian lo que perjudican sus productos.

    Si los españoles no fuesemos tan envidiosos, empresas como Reticare serían un referente en el mundo, pero los criticamos hasta extenuarlos y el mérito se lo llevan extranjeros que hacen productos similares pero sin tanta envidia al rededor.

    En fin, lamentable.

    1. No, Pedro, lo realmente lamentable es que hagas un comentario así tras haber leído la entrada y sus referencias. O este reportaje de Hipertextual, o esta entrada de El Supositorio, o este informe de la OCU… De hecho, si te tomas la molestia de leerlos o incluso de pasarte por la web de Reticare y leer la documentación científica con atención, te darás cuenta de que los filtros no protegen contra las intensidades y longitudes de onda que se han demostrado perjudiciales, mientras que por el contrario las frecuencias frente a las que supuestamente protegen no está demostrado que sean peligrosas.

      Lo que dices sobre iOS supongo que tendrá que ver más bien con la forma en que la luz azul afecta a los ritmos circadianos, y ese enfoque sería el correcto: las últimas investigaciones apuntan a que la mejor manera de controlar este problema es la regulación del componente azul de las pantallas mediante software, disminuyéndolo durante las horas nocturnas y volviendo a incrementarlo durante las horas diurnas. Pero, evidentemente, ni se trata de prevenir la supuesta «toxicidad» de la luz azul (te recuerdo que Reticare habla por ejemplo de un supuesto riesgo de degeneración macular) ni la solución tiene nada que ver con colocar un filtro en la pantalla (que no permite graduar la cantidad de luz azul en función de los ritmos circadianos). Aquí tienes un estudio bastante serio sobre este tema.

      Por último, creo que más que envidia lo que nos sobra en este caso es picardía. Si no hubiese empresas dedicadas a fomentar el miedo a un peligro ficticio para vender protecciones contra ese peligro ficticio probablemente mejoraríamos en ese ranking de referentes mundiales del que hablas, y no tendríamos que encontrarnos con la desagradable sorpresa de que un producto español sea objeto de comentarios en foros especializados en publicidad engañosa.

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Por Fernando Frías, publicado el 23 diciembre, 2013
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