¿Recuerdan mi charla del pasado Naukas Bilbao? Se titulaba «El Señor de los Ovillos», y pueden verla en este enlace por cortesía de EiTB.
La idea era hacer un «ovillo» aprovechando que J.R.R. Tolkien y Erwin Schrödinger fueron vecinos durante la estancia de éste en Oxford, y creo que no quedó mal del todo. Pero el tema daría para muchos otros bucles. Por ejemplo, se podría intentar hacer un «El Señor de los Ovillos 2» fijándonos en otro vecino.
El problema es ¿qué otro vecino? Porque, para empezar, Tolkien no solo vivió en aquella casa junto a Schrödinger, sino en muchas otras.
Pero es que, además, tampoco sabemos nada acerca de sus otros vecinos. Excepto de uno, citado en un oscuro pasaje de la biografía «autorizada» de Tolkien, escrita por Humphrey Carpenter.
Según Carpenter, en alguna ocasión Tolkien llegó a
«…vestirse de guerrero anglosajón, con su correspondiente hacha, y asustar a un soprendido vecino en la calle».
Pero yo reconozco que tengo ciertas dudas. No ya por el episodio (que también), sino por la identidad del guerrero. Sabiendo cómo era Tolkien es muy posible que no eligiese para su disfraz a un guerrero cualquiera, sino a un personaje como Oswaldo de Northumbria, rey de los Sajones.
Oswaldo murió derrotado por Penda de Mercia, rey de los Sajones (sí, es que había unos cuantos) en la batalla de Maserfield, allá por 641, pero lo realmente interesante es su origen y su juventud: según la mezcla de historia y leyenda propia de aquella zona y aquella época, Oswaldo había sido descendiente de reyes y luchó en el Norte hasta que consiguió recuperar su trono. ¿Les suena?
Pero en aquella época probablemente le llamaría más la atención a Tolkien el papel de Oswaldo como responsable de la consolidación del cristianismo en Gran Bretaña. De hecho Oswaldo es venerado como mártir y santo, con milagro incluido.
Pero, como decía, en la historia de San Oswaldo hay mucho de leyenda, entre otras cosas porque la principal fuente sobre su vida es una obra con intención hagiográfica y escrita casi un siglo después de su muerte: la Historia ecclesiastica gentis anglorum de Beda el Venerable.
Un personaje, por cierto, muy interesante. En su De temporum ratione, por ejemplo se atrevió a hacer una cronología del mundo que sería una de las fuentes que usó el obispo Ussher para determinar el día y la hora de comienzo de la creación.
Pero quizá sus contribuciones más duraderas fueron haber contribuido a fijar el 25 de diciembre como fecha de la Navidad (indirectamente, al haber fijado el 25 de marzo como fecha de la Encarnación)…
…y el haber popularizado la distinción entre «antes de Cristo» (ante vero incarnationis Dominicæ tempus) y «después de Cristo» (Anno Domini). Invento que realmente no era suyo, sino de Dionisio el exiguo, pero cuyo uso se extendió gracias a que Beda tenía muchos fans en el imperio carolingio. De hecho fue el Concilio de Aquisgrán de 836 el que le nombró «venerable», que entonces era lo más parecido a una canonización formal.
En fin, que en la corte de Carlomagno empezó a hablarse de aquello del «Anno Domini». Y claro, Carlomagno era… bueno, mucho Carlomagno.
De hecho ha seguido siéndolo a lo largo de la historia. Ya conté en una ocasión cómo Napoleón quiso equipararse con él, y también es sabido que tras la anexión de Austria los nazis se llevaron los cachivaches imperiales a Alemania, se dice que para apropiarse del prestigio carolingio.
En realidad se debía más bien a una disputa por su legítima propiedad (las joyas estuvieron mucho tiempo en Nuremberg)…
…que de todos modos se zanjó al terminar la guerra, cuando los aliados devolvieron respetuosamente las joyas a Austria.
Pero claro, no faltan las malas lenguas (malas de verdad, de las de salir en Cuarto Milenio y cosas así) que aseguran que en realidad los nazis buscaban uno de los objetos del ajuar: la Santa Lanza.
Lanza que, según se decía, hacía invulnerable a su poseedor, ya que alberga en su interior nada menos que uno de los clavos de Cristo.
En realidad no es así: los estudios de la lanza han demostrado que tanto ella como el clavo de su interior son del siglo VIII-IX…
…pero da igual: la historia coló. Al fin y al cabo ya sabemos que algunos jerarcas nazis creían en tonterías de los más pasmoso. Es sabido, por ejemplo, que en 1940 Heinrich Himmler vino a España y visitó Montserrat.
Es sabido que Montserrat ejerce una extraña atracción sobre fanáticos de los ovnis, fanáticos del ocultismo, fanáticos de… bueno, dejémoslo ahí, porque según se cuenta Himmler acudió precisamente en calidad de creyente del ocultismo, a visitar uno de esos «lugares mágicos» sobre los que había leído. Y, dicen algunos, a buscar nada menos que el Santo Cáliz.
Vano empeño, porque, como cualquiera podría haberle explicado, el Santo Cáliz está en Valencia.
Bueno, cualquiera menos los leoneses, que dicen que está en León.
(Y todos están equivocados: en realidad lo perdió Indiana Jones en una cueva cerca de Alejandreta).
Pero bueno, a lo que íbamos. En el fondo las creencias irracionales de los nazis tenían su (teórica) utilidad. La Lanza o el Cáliz servían para hacerse invencibles o inmortales, por ejemplo. También tenía cierta base sensat… bueno, dejémosla en «explicable» su devoción por la homeopatía, que al fin y al cabo era una «medicina» de origen alemán y por tanto de pura raza aria y tal. De hecho en 1937 Rudolf Hess Presidió el 12.º Congreso Internacional de Homeopatía…
…y durante los años siguientes se llevó a cabo una amplia investigación, también en los campos de concentración y exterminio, para comprobar si la homeopatía funciona. La documentación desapareció tras la guerra, pero según los participantes el resultado fue el previsible.
Pero no todas las creencias de los nazis eran esotéricas o pseudomédicas. Su obsesión por la pureza racial les animó por ejemplo a llevar a cabo un curioso proyecto biológico: «resucitar» especies ancestrales europeas, en particular el tarpán (Equus ferus ferus), el extinto caballo salvaje eurasiático…
…y el uro.
Eh… no, perdón, no es ese Uro. Es el uro eurasiático o Bos primigenius primigenius.
La historia la cuenta muy bien Óscar Lobato en esta entrada, a la que yo solo añadiré una puntualización: cada uno de los hermanos Heck desarrolló su propia especie de «neo uro», Heinz desde Munich y Lutz desde Berlín.
El «Bovino de Heck» (o «Uro de Heck») ha sobrevivido hasta la actualidad. En cambio del de Lutz solo quedan fotos, tanto de su «neo Uro»…
…como de los animales utilizados en su «reconstrucción», entre los cuales había toros de lidia españoles.
Y digo «antecesores» y «neo Uro» porque lo Heinz eran nazis, sí, pero también eran zoólogos, y sabían que lo suyo eran recreaciones, reconstrucciones de cómo podrían ser las razas originales, pero no «resurrecciones». El propio Lutz lo explica en el libro del que he tomado las fotos, «Buscando animales alrededor del mundo».
Es una obra muy interesante de 1941 (el mío concretamente fue comprado el 30 de agosto de ese año), siendo Lutz director del Zoo de Berlín.
Un puesto muy prestigioso, pero en una época muy complicada. Como pueden imaginar, el desarrollo de la guerra hizo que la mayoría de los animales de los zoos que no tuvieron la suerte de escapar muriesen de inanición, o comidos… o en un bombardeo, como la pobre Bettie.
Bettie era la elefanta del zoo de Leningrado, y también la primera víctima de la batalla por la ciudad en la Segunda Guerra Mundial. Y no me miren así, que no me lo he inventado. Conozco la historia (que parece ser cierta) por Carl Sagan. En su libro «La conexión cósmica» Sagan habla de su discusión con el científico soviético Arkady Kuzmin acerca de lo que le pasó a la sonda Venera 4.
Como cuenta muy bien @Wicho en esta entrada, en octubre de 1967 la sonda Venera 4 se convirtió en la primera nave espacial que transmitió datos desde otro planeta. Un gran logro que se interrumpió bruscamente: de repente la sonda dejó de transmitir.
Según la primera versión de los soviéticos, lo que ocurrió es que la sonda se había estrellado contra el suelo, pero algo no cuadraba: según los datos, la sonda se había «callado» cuando aún se encontraba a unos 26 km de altitud.
Así que los soviéticos dieron una segunda explicación: que la Venera 4 se había estampado contra la cima de una montaña. Una montaña enorme.
En aquella época apenas se conocía lo que había bajo la opaca atmósfera de Venus, pero la probabilidad de que existiese una montaña así y que, encima, la sonda fuese a estrellarse en su cúspide, era mínima. Eso sostenían la mayoría de los científicos, entre ellos Sagan, pero cuando lo comentó en un encuentro con Kuzmin este le replicó preguntándole qué posibilidades había de que la primera bomba alemana que cayó en Leningrado fuese a matar a la única elefanta de la ciudad… como en efecto sucedió.
De todos modos Kuzmin, como todos los científicos soviéticos, sabía que el problema en realidad era que habían subestimado las condiciones atmosféricas de la superficie de Venus. En un día primaveral la superficie está a más de 90 atmósferas de presión y 462 grados celsius, pero la sonda no había sido construida para soportar semejantes parámetros y había resultado destruida durante el descenso.
Así que las siguientes sondas eran muchísimo más resistentes. De hecho la foto anterior y las siguientes fueron tomadas por otras Venera que sí estaban construidas con la robustez necesaria para alcanzar la superficie y funcionar un buen puñado de minutos.
Por cierto, es interesante comparar esas fotos con estas otras:
Son muy parecidas, pero pertenecen a mundos distintos: estas las tomó la sonda Huygens cuando aterrizó en Titán en 2005. Titán es otro mundo «opaco», pero también es en cierto modo la antítesis de Venus, con una presión que ronda 1,5 atmósferas terrestres y que sería soportable si no fuera por el fresquito (-180 grados Celsius) y el hecho de que el aire está compuesto fundamentalmente de metano.
Pero bueno, tiene una atmósfera. Y más aún: también hay lagos de metano líquido. Lo confirmó la sonda Cassini con esta espectacular foto del reflejo del Sol sobre el ag… sobre el metano líquido, vaya.
Es tentador pensar que se trata de condiciones que podrían albergar vida, aunque ni la química del metano ni las temperaturas (y por tanto la energía disponible) ayudan mucho. Pero, en cualquier caso, está claro que Titán es interesantísimo. Tanto que creo que a todos los «astrotrastornados» nos alegró saber que la NASA aprobó recientemente una misión a Titán. ¡Y qué misión! Aprovechando la densidad atmosférica y la baja gravedad (un séptimo de la terrestre), la NASA va a enviar ¡un dron!
Todos los detalles, como no podría ser de otra forma, los tenéis en el blog de Daniel Marín.
Dragonfly no sobrevolará los lagos de metano pero, aun así, resulta fascinante pensar que vamos a poder ver una nave terrestre sobrevolando las colinas y montañas de otro mundo.
Colinas y montañas que me permiten cerrar el «ovillo». Porque aunque los estrechos de los lagos de Titán lleven nombres de la saga de la Fundación de Isaac Asimov, y los «laberintos» y llanuras hayan sido bautizados con nombres procedentes de la maravillosa «Dune» de Frank Herbert, los montes y colinas de han sido bautizados con nombres de personajes y montañas procedentes de las obras de J.R.R. Tolkien.
Ya saben, ese señor que perseguía a sus vecinos con un hacha…